Debido a todos los acontecimientos producidos estas semanas en el Japón por el terremoto y posterior tsunami en la región de Fukushima y viendo como el gobierno japonés respondió a la ayuda internacional ofrecida por muchos países; me preguntaba sobre esta gran disyuntiva que se está planteando en estos últimos días en la comunidad rescatista internacional, sobre ¨Acudir o no, al rescate de las víctimas en Japón en zonas de peligro radioactivo potencial?¨
Introducción
Creo que todos los que nos dedicamos al salvamento, socorrismo y rescate, tenemos grabado a fuego el poderoso llamado del deber cuando un siniestro determinado se produce; pero más aun, el sentido acérrimo de salvar una vida y mitigar el dolor de la/as victimas durante un desastre de este tipo. Sea de cualquier fuerza, unidad, ONG o institución; los que nos dedicamos a esta actividad tenemos una fuertísima vocación de servicio en pos de ayudar al prójimo. No caben dudas al respecto.
La actividad (o el trabajo para muchos) de rescatista, posee un riesgo de vida inherente al vernos muchas veces inmersos en terrenos hostiles y peligros diversos que sin dudas ponen en riesgo nuestras vidas en la gran mayoría de las misiones. Ser rescatista y ser convocado ante una emergencia, significa poseer aptitudes físicas, técnicas y psicológicas fuera de lo común, para realizar una tarea específica que justamente no cualquier individuo puede o sabe realizar.
Solo una persona que se dedique a esta actividad y esté fuera de sus cabales, puede no reconocer el peligro potencial que encierra cualquier misión de rescate. Sea cual fuese la actividad (rescate en altura, subacuático, marítimo, materiales peligrosos, etc.), todas las misiones en menor o mayor medida comparten una variable en común: El peligro de perder la vida. Este peligro posee innumerables facetas dentro de una misión, las cuales pueden ir desde pequeñas lesiones temporarias o permanentes y sin dudas la muerte en el último de los casos.
Los rescatistas nos preparamos de todas maneras para no solo convivir con todos estos peligros, sinó para minimizar estas variables durante una misión. Variables, que no siempre están a nuestro alcance de ser 100% controladas.
Acudir a una emergencia, saca lo mejor de nosotros y pone a prueba nuestra pericia, conocimiento y experiencia en el campo del rescate durante cada misión. Pero hablando de variables: que sucede cuando un factor conocido y letal; pero de difícil manejo (en este caso la radiación nuclear), se encuentra en nuestro teatro de operaciones?
El caso de Fukushima, Japón
Muchos; especialmente los expertos en materiales peligrosos (HazMat), podrán dar cátedra en materia de protección individual y operaciones en ambientes con exposición a la radiación. Pero lo cierto es que existen niveles de radiación que ningún ser humano puede tolerar (aún equipados para el caso) y tiempos de exposición reducidos que infieren en nuestro organismo de una manera letal a corto, mediano o largo plazo.
Hoy leía un articulo en el ¨Peopledaily¨ (China) sobre los casi 50 trabajadores y 130 voluntarios que se encuentran desesperadamente tratando de enfriar los reactores de la planta nuclear de Fukushima. Estos verdaderos héroes (entre ingenieros, técnicos, bomberos, soldados y policías); a juicio de expertos, podrían perder sus vidas el 70% de ellos en apenas dos semanas (según informan varios medios especializados), dados los elevados niveles de radiación detectados en la planta. Estos operarios trabajan en turnos de tan solo 20 minutos, tras lo cual descansan en dependencias de la central, donde se les garantiza un mayor nivel de protección.
El Ministerio de Sanidad de Japón elevó de 100 a 250 milisievert el límite legal de exposición a la radiación que puede recibir cada trabajador, a fin de que puedan permanecer más tiempo en la central. Según el diario ¨The New York Times¨, esta cantidad es cinco veces mayor al máximo que se les permite a los trabajadores de centrales en Estados Unidos. Según la versión del Gobierno japonés y de la empresa Tokyo Electric Power (Tepco), se produjo un brusco aumento de los niveles de radiación estos últimos dias, el cual se atribuyó a un error en la medición. En estos momentos, sólo 50 de los 800 trabajadores (sumados a otros 130 voluntarios) de la central se están encargando de la peligrosa tarea de intentar enfriar los descontrolados reactores de Fukushima según informó el diario español ¨El País¨. Su tarea consiste en bombear agua de mar hacia los reactores descontrolados, para contener el calentamiento de los núcleos. Ante la inoperatividad de los sistemas de refrigeración habituales (a causa del terremoto y el tsunami), los 180 trabajadores sólo cuentan con bombas manuales para su tarea.
Dispuestos a morir
En diálogo con la cadena internacional de noticias CBS; uno de los operarios, quien manifestó que “no tenía miedo a morir” en su intento de controlar la posible fuga de radiación porque “es su trabajo”, me hizo indefectiblemente recordar a los pilotos Kamikaze durante la 2da. Guerra Mundial, los cuales iban decididos a su encuentro con la muerte. Consultados sobre esta reacción, especialistas del sector nuclear señalaron que no es extraña, sinó que es fruto de una mezcla del sentido del deber, lealtad y sacrificio por el bien de la comunidad nipona.
La agencia AFP detalló que los 4 reactores se han recalentado y amenazan con colapsar, lo que provocaría un accidente de proporciones incalculables en toda la región, incluyendo la ciudad capital de Tokio.
El Primer Ministro nipón Naoto Kan, elogió los esfuerzos y el coraje de sus compatriotas que están en la planta nuclear. “Los trabajadores de TEPCO y las empresas implicadas están trabajando para echar agua, esforzándose al máximo en estos momentos, sin pensar dos veces en el peligro”, agregó en declaraciones recogidas por AFP. Por su parte el Emperador Akihito habló sobre los reactores de Fukushima refiriéndose a estos como “impredecibles” e instó al pueblo japonés a "Cuidarse los unos a los otros".
El rescate
Luego de este preámbulo e información sobre el cuadro de situación en la región norte del Japón, es donde me pregunto de que manera un rescatista puede manejar una variable tan impredecible y exógena a las capacidades técnicas de un operador y si es viable o no un rescate por parte de fuerzas de tareas provenientes del exterior. Me pregunto sobre la ética profesional y sobre el sentido del deber; pero a su vez también sobre la realidad y la hipocresía de no reconocer este factor por parte de muchos grupos de rescate que han dado un paso atrás en su decisión de prestar ayuda.
Sobre todo esto me pregunto: Esta mal? Hay que acudir a cualquier costo? La vida propia y la de mis hombres, que valor tiene? Cuantas vidas podré salvar y cual será el costo para mi y mis colegas? Si sobrevivo, cuales serán las secuelas? Las personas que rescataré, ya están condenadas a muerte por su propia exposición a la radiación? Vale la pena ofrendar mi vida en este caso?
Teniendo en cuanta que la radiación puede matar a una persona en minutos, horas, días, meses o años; pero indefectiblemente alterando el organismo humano desde quemaduras cutáneas hasta cáncer linfático, de tiroides y enfermedades congénitas, me pregunto si rescatar una vida debe significar perder la mía o la de mi personal indefectiblemente y me retrotrae a un articulo que escribí el año pasado titulado ¨Cuando el deber no nos llama¨.
Una cosa es cierta como se refirió un colega hace unos días: -¨Cuando decir que NO, va a ser la eterna pregunta...¨-.
Dejo abierto este profundo debate controversial, pero sin dudas necesario.
Inst. Facundo García
Capitán / Comité Directivo
GOER
©2011 GOER
Introducción
Creo que todos los que nos dedicamos al salvamento, socorrismo y rescate, tenemos grabado a fuego el poderoso llamado del deber cuando un siniestro determinado se produce; pero más aun, el sentido acérrimo de salvar una vida y mitigar el dolor de la/as victimas durante un desastre de este tipo. Sea de cualquier fuerza, unidad, ONG o institución; los que nos dedicamos a esta actividad tenemos una fuertísima vocación de servicio en pos de ayudar al prójimo. No caben dudas al respecto.
La actividad (o el trabajo para muchos) de rescatista, posee un riesgo de vida inherente al vernos muchas veces inmersos en terrenos hostiles y peligros diversos que sin dudas ponen en riesgo nuestras vidas en la gran mayoría de las misiones. Ser rescatista y ser convocado ante una emergencia, significa poseer aptitudes físicas, técnicas y psicológicas fuera de lo común, para realizar una tarea específica que justamente no cualquier individuo puede o sabe realizar.
Solo una persona que se dedique a esta actividad y esté fuera de sus cabales, puede no reconocer el peligro potencial que encierra cualquier misión de rescate. Sea cual fuese la actividad (rescate en altura, subacuático, marítimo, materiales peligrosos, etc.), todas las misiones en menor o mayor medida comparten una variable en común: El peligro de perder la vida. Este peligro posee innumerables facetas dentro de una misión, las cuales pueden ir desde pequeñas lesiones temporarias o permanentes y sin dudas la muerte en el último de los casos.
Los rescatistas nos preparamos de todas maneras para no solo convivir con todos estos peligros, sinó para minimizar estas variables durante una misión. Variables, que no siempre están a nuestro alcance de ser 100% controladas.
Acudir a una emergencia, saca lo mejor de nosotros y pone a prueba nuestra pericia, conocimiento y experiencia en el campo del rescate durante cada misión. Pero hablando de variables: que sucede cuando un factor conocido y letal; pero de difícil manejo (en este caso la radiación nuclear), se encuentra en nuestro teatro de operaciones?
El caso de Fukushima, Japón
Muchos; especialmente los expertos en materiales peligrosos (HazMat), podrán dar cátedra en materia de protección individual y operaciones en ambientes con exposición a la radiación. Pero lo cierto es que existen niveles de radiación que ningún ser humano puede tolerar (aún equipados para el caso) y tiempos de exposición reducidos que infieren en nuestro organismo de una manera letal a corto, mediano o largo plazo.
Hoy leía un articulo en el ¨Peopledaily¨ (China) sobre los casi 50 trabajadores y 130 voluntarios que se encuentran desesperadamente tratando de enfriar los reactores de la planta nuclear de Fukushima. Estos verdaderos héroes (entre ingenieros, técnicos, bomberos, soldados y policías); a juicio de expertos, podrían perder sus vidas el 70% de ellos en apenas dos semanas (según informan varios medios especializados), dados los elevados niveles de radiación detectados en la planta. Estos operarios trabajan en turnos de tan solo 20 minutos, tras lo cual descansan en dependencias de la central, donde se les garantiza un mayor nivel de protección.
El Ministerio de Sanidad de Japón elevó de 100 a 250 milisievert el límite legal de exposición a la radiación que puede recibir cada trabajador, a fin de que puedan permanecer más tiempo en la central. Según el diario ¨The New York Times¨, esta cantidad es cinco veces mayor al máximo que se les permite a los trabajadores de centrales en Estados Unidos. Según la versión del Gobierno japonés y de la empresa Tokyo Electric Power (Tepco), se produjo un brusco aumento de los niveles de radiación estos últimos dias, el cual se atribuyó a un error en la medición. En estos momentos, sólo 50 de los 800 trabajadores (sumados a otros 130 voluntarios) de la central se están encargando de la peligrosa tarea de intentar enfriar los descontrolados reactores de Fukushima según informó el diario español ¨El País¨. Su tarea consiste en bombear agua de mar hacia los reactores descontrolados, para contener el calentamiento de los núcleos. Ante la inoperatividad de los sistemas de refrigeración habituales (a causa del terremoto y el tsunami), los 180 trabajadores sólo cuentan con bombas manuales para su tarea.
Dispuestos a morir
En diálogo con la cadena internacional de noticias CBS; uno de los operarios, quien manifestó que “no tenía miedo a morir” en su intento de controlar la posible fuga de radiación porque “es su trabajo”, me hizo indefectiblemente recordar a los pilotos Kamikaze durante la 2da. Guerra Mundial, los cuales iban decididos a su encuentro con la muerte. Consultados sobre esta reacción, especialistas del sector nuclear señalaron que no es extraña, sinó que es fruto de una mezcla del sentido del deber, lealtad y sacrificio por el bien de la comunidad nipona.
La agencia AFP detalló que los 4 reactores se han recalentado y amenazan con colapsar, lo que provocaría un accidente de proporciones incalculables en toda la región, incluyendo la ciudad capital de Tokio.
El Primer Ministro nipón Naoto Kan, elogió los esfuerzos y el coraje de sus compatriotas que están en la planta nuclear. “Los trabajadores de TEPCO y las empresas implicadas están trabajando para echar agua, esforzándose al máximo en estos momentos, sin pensar dos veces en el peligro”, agregó en declaraciones recogidas por AFP. Por su parte el Emperador Akihito habló sobre los reactores de Fukushima refiriéndose a estos como “impredecibles” e instó al pueblo japonés a "Cuidarse los unos a los otros".
El rescate
Luego de este preámbulo e información sobre el cuadro de situación en la región norte del Japón, es donde me pregunto de que manera un rescatista puede manejar una variable tan impredecible y exógena a las capacidades técnicas de un operador y si es viable o no un rescate por parte de fuerzas de tareas provenientes del exterior. Me pregunto sobre la ética profesional y sobre el sentido del deber; pero a su vez también sobre la realidad y la hipocresía de no reconocer este factor por parte de muchos grupos de rescate que han dado un paso atrás en su decisión de prestar ayuda.
Sobre todo esto me pregunto: Esta mal? Hay que acudir a cualquier costo? La vida propia y la de mis hombres, que valor tiene? Cuantas vidas podré salvar y cual será el costo para mi y mis colegas? Si sobrevivo, cuales serán las secuelas? Las personas que rescataré, ya están condenadas a muerte por su propia exposición a la radiación? Vale la pena ofrendar mi vida en este caso?
Teniendo en cuanta que la radiación puede matar a una persona en minutos, horas, días, meses o años; pero indefectiblemente alterando el organismo humano desde quemaduras cutáneas hasta cáncer linfático, de tiroides y enfermedades congénitas, me pregunto si rescatar una vida debe significar perder la mía o la de mi personal indefectiblemente y me retrotrae a un articulo que escribí el año pasado titulado ¨Cuando el deber no nos llama¨.
Una cosa es cierta como se refirió un colega hace unos días: -¨Cuando decir que NO, va a ser la eterna pregunta...¨-.
Dejo abierto este profundo debate controversial, pero sin dudas necesario.
Inst. Facundo García
Capitán / Comité Directivo
GOER
©2011 GOER
2 comentarios:
Coincido con usted Capitán García, que siendo un miembro foráneo de un equipo proveniente de otro país, realmente sería una misión literalmente suicida presentarse en un escenario con esos niveles de radiación. Quizás si yo fuese japonés, lo pensaría por mi tierra y mi gente, pero con todo el dolor del mundo creo que daría también un paso atrás en viajar al Japón en esas condiciones. Todo un tema, pero como rescatista yo estoy dispuesto a arriesgar mi vida, pero no a suicidarme.
Mis más sinceros respetos y felicitaciones por la calidad de sus artículos y el excelente blog que usted lleva adelante. Sin dudas el GOER ah sentado un precedente hegemónico en Latinoamérica.
Tte. Coronel. Alberto Ruiz Díaz
Ejercito Nacional de Colombia
3ra. División / Popayán
Excelente artículo y muy buen abordaje de esta cuestión.
Sus artículos son precisos y muy buenos Sr. García, lo felicito a usted y a su grupo de rescate por llevar a cabo semejante empresa que sin dudas es modelo hegemonico en latinoamérica en grupos de rescate.
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