Debemos realizar una diferenciación básica de ambas filosofías, para comenzar a interiorizarnos en el funcionamiento de estas 2 bases técnicas operacionales.
Básicamente sus diferencias surgen de su implementación en distintas realidades y escenarios, como también las características de las lesiones, los recursos disponibles en el servicio de emergencias, o incluso los factores socio-económicos que determinan a la figura que realiza la atención inicial del paciente. Haremos a continuación una breve descripción de cada una de estas filosofías:
En el formato Anglo-Norteamericano, la figura tratante es la del “Paramédico” o “Técnico en Emergencias Medicas” (si bien ambos términos conllevan una diferencia de jerarquía, suelen ser utilizados indistintamente por los legos para designar al personal no-médico de emergencias). Estos técnicos están específicamente entrenados y capacitados para comenzar tratamientos protocolizados de diversas lesiones y afecciones de la salud, así como ayudar en la administración de medicación propia del paciente o prescripta por un médico. Como su nombre lo indica, no son personal médico, por lo tanto su accionar está limitado no sólo por el equipamiento de la dotación en sí, sino además por su nivel de certificación aptitudinal y las reglamentaciones que rigen en su lugar de trabajo. (Ésta y la gran cantidad de lesiones por trauma en países como los EEUU e Inglaterra, son las causas del modelo “Scoop and Run” o en español “Cargar y llevar”.
La solución definitiva de las lesiones en la mayoría de los pacientes traumatizados graves se encuentra únicamente en el quirófano y deben ser trasladados hasta el mismo en las mejores condiciones posibles, evitando demoras innecesarias. Por otra parte, ciertas maniobras de emergencia pueden ser ejecutadas por los TEM mediante autorizaciones del personal médico (del lugar al cual se dirigen, en tiempo real) vía contacto radial. Este formato de atención, es necesario aclarar, se desempeña en su mayor efectividad al implementarlo en un ambiente urbano donde abunden los hospitales y la logística del traslado sea propicia, permitiendo un tiempo de derivación a la dependencia médica inferior a 10/15 minutos.
Fuera de un escenario con las características anteriormente citadas, la efectividad del formato cae considerablemente. Cabe aclarar que la mayoría de las ambulancias en este sistema no están medicalizadas (médico a bordo), si bien existen excepciones (Ambulancias de soporte vital avanzado y evacuación aero-médica).
En cambio, en el formato Franco-Germano, el sistema está prácticamente medicalizado, desplazando de forma casi total al TEM/Paramédico. De hecho, en lugares como Francia o Alemania, no sólo es infrecuente encontrarse con este tipo de personal, sino que su accionar está severamente restringido, impidiéndole realizar gran cantidad de maniobras invasivas en el terreno a menos que exista una presencia médica física en el lugar (exceptuando casos de vida o muerte). Es decir, la figura tratante es predominante médica, ya se trate propiamente de médicos o enfermeras con especializaciones o no en medicina de emergencias. Esto se debe a una predominancia de consultas y patologías de índole médica (no-traumática), en donde resulta más necesario un diagnóstico médico preciso y un complejo tratamiento inmediato (generalmente con utilización de diversas drogas y aparatología medica), en lugar de un tratamiento “in itinere” y una derivación inmediata, que podría saturar al hospital, sumado a una mayor disponibilidad de recursos destinados a los sistemas de emergencias médicas pre-hospitalarias.
Es bajo estos factores condicionantes que el formato “Stay and Play” o en español “Quedarse y Jugar” tomando protagonismo en Europa por sobre su hermano Anglo-Norteamericano “Cargar y llevar”.
Tanto la tecnología de la dotación en escena como la competencia del médico a cargo permiten realizar mayor cantidad de maniobras invasivas “in situ”, además de una compleja interpretación de distintos estudios y procedimientos posibles gracias a la gran disponibilidad de tecnología. Esta filosofía de atención permite llevar prácticamente una sala de terapia intensiva al paciente que acaba de sufrir un súbito colapso cardíaco. Sin embargo, todavía no existen estadísticas fidedignas que demuestren ventajas reales en comparación con el tratamiento “in itinere” del “Cargar y llevar”, en pacientes severamente traumatizados. De hecho, la interpretación de las mismas sugeriría una mayor sobrevida en pacientes que son tratados mediante una resucitación agresiva “in itinere”, reduciendo al mínimo posible la duración de la dotación en el lugar.
Por último y afortunadamente, existe un modelo mixto que resulta de la combinación de las ventajas de ambas filosofías incluidas en un sólo formato, que ha sido avalado por los últimos cambios en los protocolos de atención. Estos sistemas híbridos, que brindan un mayor rango de acción al Paramédico (esta vez respetando su jerarquía) permitiéndole la practica incluso más allá de los protocolos de Soporte Vital Avanzado, se encuentran en funcionamiento en lugares fundamentalmente rurales, como Australia, o Sudáfrica, donde los tiempos de evacuación pueden ser no sólo prolongados (de hasta días), sino además inciertos y puede ser necesario realizar procedimientos invasivos con la finalidad de corregir la patología del paciente, o estabilizarlo de forma aceptable para iniciar el traslado. Cabe destacar que no es necesario situarse en la cima del Monte Aconcagua para encontrarse en una situación de emergencia que necesite una acción inmediata e invasiva para salvar una vida. Esto escenario podría desarrollarse en pleno centro de una ciudad superpoblada, donde repetidas reparaciones de pavimento y una “rush-hour” transforman súbitamente un traslado de 5 minutos en más de media hora, sin importar la colocación de luces ni sirenas.
Es en estos casos donde el TEM o el propio médico deben contar con un equipo y preparación idóneos que le permitan desempeñarse con la soltura que la situación amerite.
En la mayoría de las atenciones pre-hospitalarias agrestes, el rescatista se encuentra en una lucha permanente por disminuir peso y volumen de su carga, por una parte y llevar la mayor cantidad y mejor calidad de equipo posible, que le brinden la mayor versatilidad posible a la hora de realizar una atención. Si bien es cierto que existen una serie de elementos que pueden improvisarse sin dificultad, existen otros que son sencillamente indispensables para comenzar el más simple tratamiento. A pesar de eso, siempre habrá quien quiera llevar un respirador automático a la montaña y aquel que insista en la improvisación de una vía de suero con una varilla cortada y una botella de agua mineral.
La realidad es que los protocolos brindan un marco muy seguro de acción, sin restringir las posibles patologías a tres o cuatro lesiones comunes, sino especificando pautas generales bien ordenadas y compatibles con casi cualquier caso factible. Esto permite una muy importante flexibilidad de criterio, que una vez entrenado, sin necesidad de ser especifico, permite una adaptación ideal a cada situación de atención (siendo todas ellas diferentes entre sí).
©2010 GOER
Básicamente sus diferencias surgen de su implementación en distintas realidades y escenarios, como también las características de las lesiones, los recursos disponibles en el servicio de emergencias, o incluso los factores socio-económicos que determinan a la figura que realiza la atención inicial del paciente. Haremos a continuación una breve descripción de cada una de estas filosofías:
En el formato Anglo-Norteamericano, la figura tratante es la del “Paramédico” o “Técnico en Emergencias Medicas” (si bien ambos términos conllevan una diferencia de jerarquía, suelen ser utilizados indistintamente por los legos para designar al personal no-médico de emergencias). Estos técnicos están específicamente entrenados y capacitados para comenzar tratamientos protocolizados de diversas lesiones y afecciones de la salud, así como ayudar en la administración de medicación propia del paciente o prescripta por un médico. Como su nombre lo indica, no son personal médico, por lo tanto su accionar está limitado no sólo por el equipamiento de la dotación en sí, sino además por su nivel de certificación aptitudinal y las reglamentaciones que rigen en su lugar de trabajo. (Ésta y la gran cantidad de lesiones por trauma en países como los EEUU e Inglaterra, son las causas del modelo “Scoop and Run” o en español “Cargar y llevar”.
La solución definitiva de las lesiones en la mayoría de los pacientes traumatizados graves se encuentra únicamente en el quirófano y deben ser trasladados hasta el mismo en las mejores condiciones posibles, evitando demoras innecesarias. Por otra parte, ciertas maniobras de emergencia pueden ser ejecutadas por los TEM mediante autorizaciones del personal médico (del lugar al cual se dirigen, en tiempo real) vía contacto radial. Este formato de atención, es necesario aclarar, se desempeña en su mayor efectividad al implementarlo en un ambiente urbano donde abunden los hospitales y la logística del traslado sea propicia, permitiendo un tiempo de derivación a la dependencia médica inferior a 10/15 minutos.
Fuera de un escenario con las características anteriormente citadas, la efectividad del formato cae considerablemente. Cabe aclarar que la mayoría de las ambulancias en este sistema no están medicalizadas (médico a bordo), si bien existen excepciones (Ambulancias de soporte vital avanzado y evacuación aero-médica).
En cambio, en el formato Franco-Germano, el sistema está prácticamente medicalizado, desplazando de forma casi total al TEM/Paramédico. De hecho, en lugares como Francia o Alemania, no sólo es infrecuente encontrarse con este tipo de personal, sino que su accionar está severamente restringido, impidiéndole realizar gran cantidad de maniobras invasivas en el terreno a menos que exista una presencia médica física en el lugar (exceptuando casos de vida o muerte). Es decir, la figura tratante es predominante médica, ya se trate propiamente de médicos o enfermeras con especializaciones o no en medicina de emergencias. Esto se debe a una predominancia de consultas y patologías de índole médica (no-traumática), en donde resulta más necesario un diagnóstico médico preciso y un complejo tratamiento inmediato (generalmente con utilización de diversas drogas y aparatología medica), en lugar de un tratamiento “in itinere” y una derivación inmediata, que podría saturar al hospital, sumado a una mayor disponibilidad de recursos destinados a los sistemas de emergencias médicas pre-hospitalarias.
Es bajo estos factores condicionantes que el formato “Stay and Play” o en español “Quedarse y Jugar” tomando protagonismo en Europa por sobre su hermano Anglo-Norteamericano “Cargar y llevar”.
Tanto la tecnología de la dotación en escena como la competencia del médico a cargo permiten realizar mayor cantidad de maniobras invasivas “in situ”, además de una compleja interpretación de distintos estudios y procedimientos posibles gracias a la gran disponibilidad de tecnología. Esta filosofía de atención permite llevar prácticamente una sala de terapia intensiva al paciente que acaba de sufrir un súbito colapso cardíaco. Sin embargo, todavía no existen estadísticas fidedignas que demuestren ventajas reales en comparación con el tratamiento “in itinere” del “Cargar y llevar”, en pacientes severamente traumatizados. De hecho, la interpretación de las mismas sugeriría una mayor sobrevida en pacientes que son tratados mediante una resucitación agresiva “in itinere”, reduciendo al mínimo posible la duración de la dotación en el lugar.
Por último y afortunadamente, existe un modelo mixto que resulta de la combinación de las ventajas de ambas filosofías incluidas en un sólo formato, que ha sido avalado por los últimos cambios en los protocolos de atención. Estos sistemas híbridos, que brindan un mayor rango de acción al Paramédico (esta vez respetando su jerarquía) permitiéndole la practica incluso más allá de los protocolos de Soporte Vital Avanzado, se encuentran en funcionamiento en lugares fundamentalmente rurales, como Australia, o Sudáfrica, donde los tiempos de evacuación pueden ser no sólo prolongados (de hasta días), sino además inciertos y puede ser necesario realizar procedimientos invasivos con la finalidad de corregir la patología del paciente, o estabilizarlo de forma aceptable para iniciar el traslado. Cabe destacar que no es necesario situarse en la cima del Monte Aconcagua para encontrarse en una situación de emergencia que necesite una acción inmediata e invasiva para salvar una vida. Esto escenario podría desarrollarse en pleno centro de una ciudad superpoblada, donde repetidas reparaciones de pavimento y una “rush-hour” transforman súbitamente un traslado de 5 minutos en más de media hora, sin importar la colocación de luces ni sirenas.
Es en estos casos donde el TEM o el propio médico deben contar con un equipo y preparación idóneos que le permitan desempeñarse con la soltura que la situación amerite.
En la mayoría de las atenciones pre-hospitalarias agrestes, el rescatista se encuentra en una lucha permanente por disminuir peso y volumen de su carga, por una parte y llevar la mayor cantidad y mejor calidad de equipo posible, que le brinden la mayor versatilidad posible a la hora de realizar una atención. Si bien es cierto que existen una serie de elementos que pueden improvisarse sin dificultad, existen otros que son sencillamente indispensables para comenzar el más simple tratamiento. A pesar de eso, siempre habrá quien quiera llevar un respirador automático a la montaña y aquel que insista en la improvisación de una vía de suero con una varilla cortada y una botella de agua mineral.
La realidad es que los protocolos brindan un marco muy seguro de acción, sin restringir las posibles patologías a tres o cuatro lesiones comunes, sino especificando pautas generales bien ordenadas y compatibles con casi cualquier caso factible. Esto permite una muy importante flexibilidad de criterio, que una vez entrenado, sin necesidad de ser especifico, permite una adaptación ideal a cada situación de atención (siendo todas ellas diferentes entre sí).
©2010 GOER
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