En el pasado mes de Mayo, tres montañistas argentinos lograron ascender hace pocos días a la más célebre cumbre del planeta, el monte Everest, a 8.848 metros de altura. Leonardo McLean, Damián Benegas y Matías Erroz realizaron la hazaña y pudieron fotografiarse en ese lugar único, desde el cual es posible observar, a simple vista, la curvatura de la Tierra y la deslumbrante cadena de los grandes picos nevados del Himalaya. Otros dos integrantes, Willie Benegas, jefe del grupo, y Miguel Reca, por distintas afecciones, no pudieron lograr la hazaña.
Después de alcanzar "el techo del mundo", el grupo, que estaba acompañado por siete sherpas, inició el descenso hasta los 7900 metros para recuperar fuerzas y comunicar al mundo su conquista. En esa geografía desolada y bajo condiciones meteorológicas extremas, tuvieron que tomar una de las decisiones más difíciles del montañismo: acudir o no al pedido de auxilio de una expedición española que intentaba conquistar la cumbre del Lhotse pero cuyos integrantes, castigados por el frío, el cansancio y el mal de altura, mostraban un deterioro físico tan avanzado que difícilmente podrían descender a los campamentos inferiores. El más afectado de todos era Manuel González, quien había caído en una grieta de hielo y estaba herido, inmovilizado, solo y a la intemperie.
Un rescate a esa altura implica un doble desafío: hay que volver a escalar el exigente sendero que lleva a la cumbre y permanecer mucho más tiempo en la llamada "zona de la muerte". En plena noche y con 30° bajo cero, Damián, Matías y uno de los sherpas, Phurba Gaelin, marcharon hasta donde estaban los españoles para darles los primeros auxilios. Después, avanzaron hasta el sitio en el que habían divisado a González, sin otra expectativa que la de verificar su deceso, como habían insinuado sus propios compañeros de cordada. Pero estaba vivo. Había sobrevivido toda la noche, a la intemperie, inmovilizado y con un grado de congelamiento que comprometía sus miembros, nariz y manos, y con síntomas de edema pulmonar. Nueve horas les demandó a los socorristas rescatarlo y, con la utilización de un sistema de cuerdas, elevarlo hasta el sendero desde el que había caído al vacío. Un helicóptero lo evacuó más tarde desde un improvisado hospital de campaña situado en el Campo 4.
Numerosas tragedias y rescates heroicos han ocurrido en el Everest desde que el neozelandés Edmund Hillary y el sherpa Tenzing Norgay lo conquistaron por primera vez, en mayo de 1953. La hazaña de Damián Benegas y Matías Erroz, protagonizada en el silencio y la soledad de las alturas, es, por supuesto, un ejemplo extraordinario de valentía y amor al prójimo. Pero, en los tiempos que corren, quizá tenga un sentido todavía más profundo. Nos recuerda que la solidaridad es, y seguirá siendo, uno de los rasgos que mejor definen a nuestra especie.
Desde el GOER enviamos nuestras felicitaciones por la doble hazaña y la loable tarea de mantener el espíritu del montañísmo intacto, arriesgando la vida al acudir en la ayuda de estos colegas en forma totalmente desinteresada.
Fuente: La Nación
©2011 GOER
No hay comentarios.:
Publicar un comentario